Cábalas y supersticiones.
- Patty War.
- 10 jun
- 4 Min. de lectura
Por: Patricia Guerra Frese
Hace más de una década, jugaba para el Diablos Rojos del México un cerrador venezolano, de esos que hacían que la afición sacara Santo Rosario y veladoras porque era, sin exagerar, el “Amo del suspenso”. Ver a Francisco Buttó dirigirse al montículo con la misión de sacar el tercer out en la novena entrada, permitía atestiguar su curioso ritual. Consistía en asegurarse de pisar la primera base de lado y dar unos pasos como de lemur, luego se agachaba a tomar un poco de tierra y finalmente se persignaba ¿Realmente le servía? La verdad, no siempre. Recuerdo de una vez que le anotaron tres carreras en la novena, una de ellas de caballito, además de golpear de fea manera a Jaime Brena. Aún así él siempre hacía el mismo show al entrar al diamante.

Los peloteros tienden a ser supersticiosos y muchos practican rituales que nos parecen extraños, pero que para ellos pueden significar el tener un buen desempeño al bat, en el montículo o con el guante. ¿Ha notado usted, por ejemplo, que todos los bateadores tienen su rutina muy hecha de golpes con el bat, rascado de arcilla con los pies, swings y señales antes de entrar a la caja de bateo? Están también los rituales del chango del rally, voltear las gorras, evitar las líneas de foul, dejar de limpiar los cascos, usar los mismos calcetines cochinos, en fin, un sinnúmero de locuras.
Hablemos por ejemplo del mejor bateador designado de todos los tiempos, David Ortiz, que siempre colocaba el bat en una pierna, luego escupía en su mano derecha y aplaudía antes de entrar a la caja de bateo. Más cerca de nosotros, grandes peloteros de los Diablos Rojos del México tenían sus rituales muy hechos, como por ejemplo Leo Heras, que primero dibujaba dos rayas cruzadas en la línea de foul del lado de tercera base, luego dibujaba unas iniciales en la tierra, afuera de la caja de bateo de los zurdos, después, con la mano derecha se tocaba el hombro izquierdo y la cadera derecha, daba dos swings y se colocaba para batear. Todo un show.

También hay rituales para los outfielders cuando se dirigen al jardín o vienen de regreso, por ejemplo el mítico Yankee, Joe Dimaggio, que siempre tocaba la segunda base cuando regresaba al dugout desde el jardín central. O el dominicano Luis Terrero, que al llegar a su posición de fildeo, también en el central, en la primera entrada rezaba de espaldas al home, se persignaba y hacía una señal al cielo.
Otros rituales son francamente exagerados, como el caso del miembro del Salón de la Fama, Wade Boggs, que en la práctica fildeaba exactamente 150 rolas, solamente comía pollo antes de un juego y además, antes de batear, dibujada en la tierra la palabra hebrea «chai» (fuerza).
Se preguntará el amable lector ¿Cuál es el origen de estos rituales entre los peloteros? Muchos rituales nacen cuando se tiene una actuación extraordinaria y el jugador da crédito a algo que hizo diferente antes o durante ese juego. Entonces se cree que haciendo u omitiendo dicha acción se obtendrá el mismo buen resultado. El sentido común nos dice que ninguna de estas prácticas mejorará el juego de nadie por arte de magia, sin embargo, ayudan a que el pelotero sienta confianza al creer que puede controlar lo que ocurrirá.
Hay incluso un pelotero, cuya identidad mantendremos en el anonimato, que utiliza a sus cachuchas (término utilizado para denominar a las damas que buscan a los peloteros con intenciones románticas) para buscar sus rachas de bateo. Como buen galán de dugout, nuestro personaje tiene amores en cada puerto. El desempeño de las damas se evalúa según el desempeño al bat del personaje al otro día del encuentro.
Así, si al otro día de verla nuestro Casanova se va de 4 – 0, esa chica puede buscarse a otro pelotero porque el amigo en cuestión la manda a waivers. Ah, pero si liga dos extrabases, la muchacha tiene asegurada una cita esa misma noche. Así las cosas.
Algo entre irónico y cómico es que a los peloteros no les gusta hablar de sus rituales y supersticiones porque al parecer esto puede hacer que pierdan su poder. Usted dirá… Y es que hasta los aficionados son supersticiosos. Cuántas veces no leemos en las redes sociales, afirmaciones como la siguiente: «No llevaré más el jersey blanco, porque cuando lo uso pierden los Diablos.» Una que no olvidaré es cuando los Diablos fueron eliminados en agosto de 2023. Alguien escribió que todo había sido culpa de los «malvibrosos» que dudaban que los Diablos pudieran ganar, o que afirmaban que Pericos estaba fuerte. Caray, hubiera censurado esos comentarios de mala vibra en mis redes sociales… Y no es que uno sea poco racional, pero si con eso creemos que podemos ayudar al equipo, qué carambas, hagámoslo.
Hasta los cronistas tienen su parte en esto. Por ejemplo, salvo en el honroso caso de ESPN, es tabú mencionar al aire que existe la posibilidad de que un pitcher tire un juego sin hit ni carrera, vaya, aunque se trate a favor del equipo contrario. Nadie quiere tener la culpa de que una hazaña de esa magnitud se eche a perder por un comentario imprudente. Tampoco falta que durante la transmisión se mencionen las estadísticas favorables de algún jugador, como por ejemplo que no ha cometido error, para que en la siguiente jugada dicho portento cometa su primer error de la temporada.
Finalmente, no se necesita tener supersticiones para ser grande. Cuando a Babe Ruth le preguntaron si tenía alguna superstición, dijo con firmeza: «Sólo tengo una, cuando conecto un home run, me aseguro de pisar las cuatro bases.» ¿Usted qué opina?
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